martes, 11 de octubre de 2016

¿Por qué Francia?



¿Por qué Francia?
​​​​​​​​​Por Juan David Morgan

A muchos ha extrañado la virulencia de los ataques de Francia a nuestro país con motivo del despliegue periodístico de los mal llamados papeles de Panamá.  Dadas las buenas relaciones que tradicionalmente Panamá ha mantenido con el país galo no pareciera haber razón para ello, sobre todo si tomamos en cuenta la insignificancia del centro financiero panameño, cuyos depósitos, probablemente, no llegan siquiera al medio por ciento de los fondos existentes en Nueva York, Londres, Suiza, Hong Kong, Singapur o la misma Francia. ¿Cómo explicarlo? Hagamos un poco de historia.
Francia ha sido un país imperialista que en sus momentos de gloria controló desde Canadá hasta el delta de Mississippi en Norteamérica, gran parte de África, varias islas del Caribe y otras más en el Océano Índico. Más tarde, con el advenimiento del imperio napoleónico, los franceses se apoderaron de Europa Occidental, renovaron sus afanes imperialistas en Argelia, en el sur de China y en la región conocida como la Conchinchina, incluyendo los territorios que hoy ocupan Vietnam, Laos y Camboya. También trataron de trasladar su imperio a México en una infausta aventura que le costó la vida a los pretendientes al trono mexicano, Maximiliano y a Carlota. También es preciso recordar que a través de su historia Francia coadyuvó con la lucha de independencia de los Estados Unidos, donde Lafayette alcanzó el heroísmo,  y poco más tarde el pueblo francés lideró la primera revolución contra la monarquía absoluta en Europa que, para bien de la humanidad, dejó impresa en la conciencia mundial los  principios de igualdad, libertad y fraternidad, hoy casi en desuso. También vivió Francia momentos de gloria cuando un francés, Ferdinand de Lesseps, un gran visionario, construyó el Canal de Suez que unió el mar Mediterráneo con el Mar Rojo.
Hoy, de aquel vasto imperio, solo le quedan a Francia, aparte de las glorias pasadas, algunas posesiones en las islas del Caribe y en la Polinesia Francesa. El francés, idioma que hace algo más de un siglo parecía destinado a ser de obligatorio aprendizaje, ha perdido su vigencia. Además, el triunfo en Suez se vio opacado por el fracaso de De Lesseps cuando trató de construir otro canal interoceánico en el istmo de Panamá, entonces un departamento de Colombia, fracaso que dio origen a un espectacular juicio por fraude y corrupción iniciado por los tribunales franceses, en el que fueron condenados, entre otros, el propio Ferdinand de Lesseps,  el famoso ingeniero Gustave Eiffel, el ministro de obras públicas de Francia y otros políticos y legisladores franceses, por haber pagado sobornos a periodistas para ocultar información que permitió a los promotores del canal recoger fondos adicionales para la continuación de las obras. Cuando llegó el momento de darle una denominación a los hechos delictivos, los franceses escogieron como nombre “el escándalo de Panamá” (Le scandale de Panama) y desde ese momento en Francia la palabra  Panamá comenzó a ser sinónimo de estafa, a pesar de que el entonces departamento colombiano nada había tenido que ver con ninguno de los delitos ocurridos allá. Nombres más apropiados hubieran sido el escándalo de Lesseps o el escándalo del canal, pero aquello habría significado un baldón en la gloriosa historia del imperio galo. Pero a pesar del fracaso del canal francés, los panameños siempre hemos sabido valorar la presencia francesa en Panamá. En honor de Francia se construyó una de las más espléndidas plazas en nuestro casco antiguo y la hermosura de este se debe, en gran parte, a la influencia de la arquitectura francesa, que nos dio edificios más altos que los españoles, con mansardas y elaborados balcones. Panamá mantiene un intercambio comercial muy activo con Francia, cuyos embajadores siempre han cooperado con nuestras actividades culturales y han sido vistos como unos buenos amigos de Panamá.
Vuelvo, entonces, a la pregunta inicial: ¿por qué ese ensañamiento contra Panamá? ¿Cómo explicar las afrentas con las que el presidente de Francia y su ministro de Economía han tratado a Panamá y a su Presidente? ¿Por qué, sin ninguna razón, corrieron a colocarnos nuevamente en una lista discriminatoria? ¿Será, acaso, que la publicación de los mal bautizados papeles de Panamá y la actitud hostil de Francia y de la OCDE, que funciona en París de la mano del gobierno francés, no van dirigidos, realmente, contra Panamá sino que nuestro país es un mero chivo expiatorio del  resentimiento de Francia y de la OCDE hacia los Estados Unidos? Recuérdese que este país no solamente había hecho caso omiso a los llamados a la transparencia fiscal sino que encima les ha impuesto, a la OCDE, a los franceses y al mundo, el FACTA, sistema creado por la potencia del norte para que todos los bancos, en cualquier país donde se encuentren, tengan que enviarle información sobre los depósitos realizados por norteamericanos sin que ellos asuman ninguna obligación a cambio. La pregunta es válida porque es un hecho cierto que ni los franceses ni la OCDE están en capacidad de atacar directamente a los norteamericanos, que, entre otras cosas, pagan el veinticinco por ciento del presupuesto de la OCDE y se han convertido en el gran imperio en esta era de la globalización y la tecnología.
El inglés es el idioma universal para los negocios y el dólar la moneda contra la cual se miden todas los demás, realidad que irrita a Francia y a los franceses, que no olvidan sus glorias pasadas y que, paradójicamente, nunca le han perdonado a los Estados Unidos el haberles salvado dos veces del imperialismo alemán en el siglo pasado. A los franceses de hoy no les queda más remedio que llevarse muy bien con los alemanes, motor que aún mantiene vigente la comunidad europea, y seguir disimulando el rencor que sienten hacia los norteamericanos, a quienes consideran un país de bárbaros ¿Es esta, quizás, la verdadera explicación del escándalo reciente del offshore? Si lo fuera, la movida de los franceses y de la OCDE ha sido genial: golpeando a Panamá, país pequeño con pocas posibilidades de responder adecuadamente, han logrado que el mundo se entere de que el verdadero paraíso fiscal, donde han ido a parar todos los billones que han salido de Suiza y de otros centros financieros, es Estados Unidos. Con esta maniobra oblicua, han obligado a la potencia norteña a reaccionar o, por lo menos, a que sus dirigentes prometan que ellos también van a poner la casa en orden para que así, en el mundo offshore, se dé la igualdad por la que siempre han luchado países pequeños como Panamá. Amanecerá y veremos.

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